12/02/2019

Emergencia hídrica: Dos estudios para entender las inundaciones en los bajos del norte santafesino

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Un trabajo del INTA explica la influencia que tuvo el tipo de suelo y un estudio del INA que es necesario un plan de gestión integral entre Santa Fe, Chaco y Santiago del Estero.

Los Bajos Submeridionales son una enorme planicie llena de hormigueros de casi un metro (tacurúes), espartillos y casi sin árboles. Son unas 3,3 millones de hectáreas y más de la mitad está en el centro norte de Santa Fe (el resto en el rincón sudeste de Santiago del Estero y en el sur de Chaco). Es la zona hacia la que escurre el diluvio que se concentró en el tramo final de diciembre y durante todo enero.

La principal actividad es la ganadería de baja carga, porque los pastizales no tienen un alto valor nutricional. En la región del domo occidental, una zona que era de monte en el límite oeste de los bajos, creció fuerte la agricultura durante las últimos 20 años.

Comprender las características de esta región, en la que se alternan inundaciones y sequías, es clave para planificar una gestión integral de los recursos hídricos que permita a los productores y pobladores atravesar mejor los dos escenarios: inundación y crítica falta de agua.

En un artículo del INTA, María Fabiana Navarro, del Instituto de Investigación de Suelos del INTA, explica que el sistema de los bajos, en los que el agua escurre lentamente, no está capacitado para drenar los más de 600 milímetros que se acumularon en pocas semanas. “En primer lugar -recuerda-, porque el relieve regional está constituido por dos dorsales paralelas, una occidental que limita con Córdoba y Santiago del Estero y otra oriental que impide el desagüe natural hacia el río Paraná”.

El otro punto importante es que los bajos tienen un subsuelo arcilloso de muy lenta permeabilidad. “La presencia de este horizonte impermeable favorece la formación de napas colgantes de agua de lluvia en los primeros centímetros del suelo, por lo que el suelo se satura de forma rápida y el sistema se inunda”, precisa Miguel Taboada, director del Instituto de Investigación de Suelos del INTA.

Tres ingenieros del Instituto Nacional del Agua (INA), que relevaron la zona en el 2017 a pedido del gobierno santafesino, coinciden en este punto. “Los suelos en su mayor parte son arcillo-limosos, de difícil infiltración, con bajos que se colmatan y llenan con las lluvias”, explican Ricardo Giacosa, Carlos Paoli y Dora Sosa.

Los investigadores advierten que “el modelo productivo agrícola no es el más apto para la región” -es una zona con más potencial para la ganadería- y que es necesario planificar las obras hídricas con una visión integral para no agravar los ciclos de sequía.

Desde el INTA, Taboada aconseja un manejo conservacionista del suelo para no alterar el horizonte superficial somero, “gran responsable de la fertilidad de estos suelos”. También insiste que los terraplenes, canales clandestinos que cortan pendientes y las rutas sin suficientes desagües y alcantarillas agravaron el impacto de las inundaciones.

El estudio del INA plantea que muchas obras que ahora reclaman los productores no son adecuadas para la dinámica hídrica de la región, pero recomienda defender los pueblos y ciudades y garantizar el acceso a las zonas productivas, con caminos en buenas condiciones y preparados para enfrentar los excesos hídricos.

Un punto central, es que no se trata solo de “sacarse el agua de encima” cuando llueve con intensidad sino de gestionarla también cuando hay sequía. Por eso en algunos campos de la zona, con asesoramiento del INTA, se han implementado sistemas de “cosecha de agua” que son claves en las años más secos.

“El principal desafío -concluye el INA- es formular un plan ordenador de las obras y políticas hídricas que no solo responda a la actual coyuntura sino que sea sostenible en el tiempo y para el cual se requiere el compromiso de los gobiernos provinciales y entidades productivas”.

Clarín – Gastón Neffen