18/01/2019

Córdoba: Soja y maíz, en los mejores suelos, pero muy frágiles ante las lluvias

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La zona núcleo de la provincia vuelve a registrar problemas de anegamientos. La más afectada es la oleaginosa, que tuvo hasta tres resiembras en algunos lotes.

El sudeste de la provincia, donde están los suelos con la mayor aptitud agrícola de Córdoba, viene soportando en las últimas tres campañas agrícolas fenómenos climáticos extremos. Luego de la inundación que afectó a la producción en el ciclo 2016/2017, la zona soportó en la cosecha anterior una de las mayores sequías que se tenga registro.

Cuando todo hacía prever que la actual campaña gruesa se iba a desarrollar en condiciones normales, los anegamientos volvieron a condicionar su desempeño.

La que está en peor condición es la soja. Además de las lluvias acumuladas desde la siembra, que en algunos lugares de la región superan los 500 milímetros, las bajas temperaturas registradas en noviembre afectaron su evolución con un ritmo de crecimiento más lento.

“Hay lotes con soja que se han resembrado hasta tres veces, producto de los anegamientos y también del granizo”, graficó Pablo Bollatti, técnico del Inta Marcos Juárez y coordinador del Grupo Napas, una iniciativa de la que participa una veintena de instituciones ligadas al ámbito rural y urbano, cuyo objetivo es el estudio del comportamiento del agua en la región.

Soja, condicionada

En muchos lotes anegados, y a simple vista, la soja exhibe aún un color verde que permite ser optimista; sin embargo, de no existir una fuerte demanda por evapotranspiración y la ausencia de nuevas lluvias, el agua puede producir su asfixia radicular y la posterior muerte de las plantas.

Según Bollatti es posible que muchos lotes tengan pérdidas de hasta 30 por ciento y con una perspectiva que no es la mejor.

Los maíces tempranos, que ya para Navidad habían formado choclo, están en muy buenas condiciones y auguran un gran potencial.

También hay sojas de primera en iguales condiciones, lo mismo que algunas de segunda implantadas en noviembre, luego de la cosecha de trigo, y que coincidieron con los primeros casos de resiembra de la oleaginosa.

El maíz de segunda prácticamente desapareció de la rotación. “Los lotes que se sembraron más tarde no fueron con maíz, porque la inversión es más riesgosa con el agua casi en superficie. Por eso las siembras de segunda fueron con soja debido a la proximidad de la napa. El maíz, en cambio, es más sensible a tener la napa cerca”, apuntó el técnico.

Vaivenes de la campaña

La sequía 2017/2018, que sólo hizo que se salvaran aquellos lotes con soja y maíz que se abastecieron de la napa, se cortó entre abril y mayo pasados. Fue cuando la recarga hídrica permitió que muchos productores sembraran trigo. Hasta ese momento, con la napa ubicada a tres metros de profundidad, las chances de hacer agricultura eran casi impensadas.

En septiembre, con el cereal en plena evolución, el nivel de la napa en la zona de Leones y Marcos Juárez estaba a 2,5 metros de profundidad. Ahí comenzó la siembra de los maíces tempranos.

Noviembre fue un mes de fenómenos extremos. La producción triguera estuvo marcada por una helada, cuando las plantas estaban espigando, que afectó en algunos casos hasta 50 por ciento del rendimiento. Luego se sumó una lluvia de 180 milímetros entre el 10 y 11 de noviembre, que hizo subir la napa un metro de altura.

“Se arrancó con una napa a 2,5 metros de profundidad con una muy buena perspectiva para la campaña, pero luego las lluvias fueron generando aportes importantes de agua que fue acercando la napa a la superficie”, explicó Bollatti.

A principios de noviembre, casi 80 por ciento de la soja de primera estaba sembrada en la región, pero no emergida en su totalidad. El exceso hídrico durante ese mes hizo que muchas semillas tuvieran problemas de nacimiento por encharcamiento, lo que generó su pérdida y obligó a resiembras en algunos casos.

Además, la intensidad de la lluvia generó un efecto de “planchado” y muchas semillas germinaron más profundas, lo que afectó el stand de plantas.

Productores y técnicos de la zona coinciden en que se van a tener que acostumbrar a convivir con estas oscilaciones de napa. “Para ello, hay que trabajar en estrategias agronómicas y de sistematización para mitigar los excesos hídricos”, sostuvo Bollatti.

Luego de la inundación de la campaña 2016/2017, la construcción de algunos canales en la zona permitió atenuar el impacto de las lluvias.

La labor del consorcio canalero de Leones y Marcos Juárez ayudó a drenar el agua de la cuenca entre ambos ciudades hacia el canal San Antonio, luego al Tortugas y de ahí al río Carcarañá.

“El productor debe acompañar con la rotación. No alcanza con una gramínea de invierno; hay que ser más agresivo pensando en una especie de tableros de ajedrez con cultivos intercalados de pasturas perennes, anuales y no sólo cultivos agrícolas”, recomendó el técnico. De lo contrario, los problemas de anegamiento en los mejores suelos de la provincia serán recurrentes.

La Voz del Interior – Alejandro Rollán